La contaminación lumínica se entiende como el exceso de luz artificial, es decir, generada por el ser humano, que es emitida de forma indeseada hacia la atmósfera. Puede ser causada por un uso ineficiente de las diferentes fuentes de luz artificial, por una iluminación excesiva o innecesaria o por una mala planificación y gestión de las fuentes de luz.
En los últimos años ha aumentado enormemente la contaminación lumínica. Según datos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), este tipo de polución ha crecido al menos un 49%. Y según el programa de la ONU para el medioambiente (UNEP), la contaminación lumínica aumenta un 2 % cada año y es una de las causas principales de la desaparición gradual de los insectos, ya que la mayoría están adaptados a usar cualquier pequeña fuente de luz natural para orientarse y las luces humanas los desorientan.
Lo más preocupante es que la contaminación lumínica se ha convertido en un serio problema medioambiental, con impacto directo en la salud humana y en la de los ecosistemas. Vamos a repasar algunas de sus consecuencias más inmediatas.
Efectos de la contaminación lumínica:
- Consecuencias en el medio ambiente: la contaminación lumínica altera los ciclos naturales. Esto puede afectar a los ecosistemas y la biodiversidad, desequilibrando las interacciones entre las especies. Esta clase de contaminación contribuye a la degradación del cielo nocturno y la pérdida de su visibilidad. Además de aumentar el cambio climático
- Desorientación y perturbación de la fauna: La sobre iluminación nocturna afecta a los insectos y a otras muchas especies animales como murciélagos o tortugas marinas; interrumpe su reloj interno y altera sus hábitos de alimentación y reproducción. Las aves se ven especialmente perjudicadas por este exceso de luz y ruido, que las desorienta en sus migraciones.
- Impacto en la salud humana: Durante la noche, el exceso de luz brillante puede producir una mayor supresión de la producción de melatonina, una hormona que regula el ciclo de sueño-vigilia, lo que puede llevar a trastornos del sueño, como el insomnio. La contaminación lumínica también se ha asociado con problemas de salud, como el estrés, la fatiga, la depresión y el aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Qué hacer frente a la contaminación lumínica
Aunque este tipo de polución pueda parecer un problema que tienen que resolver las administraciones o los comercios (apagando las luces de los escaparates o las de los edificios por la noche, por ejemplo) es importante crear conciencia para el mejor uso de la luz eléctrica porque nos incumbe a todos. En nuestra mano está realizar pequeños gestos como:
- Apagar las luces si no las estás utilizando. Una medida que tu bolsillo también lo agradecerá.
- Reemplazar los focos tradicionales con LEDs o CFL (fluorescentes compactas). Estas son alternativas verdes y económicas, por lo que ayuda a reducir la contaminación lumínica. Sustituir las lámparas de mercurio por las de sodio, ya que contaminan menos.
- Reorientar los puntos de iluminación para evitar el deslumbramiento y el desperdicio de energía.
- Reducir el uso de gadgets electrónicos, como televisión, tabletas o teléfonos inteligentes. Los expertos recomiendan dejar de ver las pantallas de este tipo de gadgets al menos dos horas antes de dormir; y en caso de despertarse a mitad de la noche, procurar evitar estar mirando el teléfono móvil.
- A la hora de asegurarse un buen descanso es importante contar con un buen cajón de persiana que nos asegure el oscurecimiento de la habitación y no permita el paso de la luz.
- Restringir -si es posible- determinadas actividades para la mañana. Es mejor programar actividades que requieran una buena iluminación, tales como pintar, ordenar, coser o limpiar, cuando el sol se convierte en una buena fuente de luz.
Aunque en las grandes ciudades es donde se ha hecho más notoria la contaminación lumínica, es una situación que todos podemos revertir si ponemos de nuestra parte.