Empecemos por el principio: la selección del aparato, del que debes tener en cuenta calidad y estética. Es decir, por un lado, te interesa hacerte con un reproductor de calidad que se oiga bien y que sea eficiente, lo que en términos energéticos se traduce en que no consuma más de la cuenta. Y además, deberás tener en cuenta la decoración de la habitación, tienes que lograr que se integre en la estancia no que sea un elemento perturbador. Una de las ventajas que tienen las últimas tecnologías es que tienes en el mercado un sin fin de opciones: ordenadores, altavoces minúsculos o de tremendas dimensiones… Todo es posible, sólo hay que buscar un poco hasta encontrar el soporte idóneo para nuestra música.
El otro elemento básico, una vez que tengas a punto el equipo, es el repertorio. Éste no hay que dejarlo al azar sino que debe responder al objetivo principal: ¿qué tipo de ambiente buscas alcanzar: relajación y paz, un foco de energía y actividad para animarte, etc.? Te recomendamos que crees tu propia lista de reproducción ambiental y, para facilitarte el camino, aquí te dejamos algunas fuentes de inspiración: listas relajantes, listas fiesteras, de bandas sonoras…
¡Ah! Y controla el volumen, no sólo por tus vecinos (si los tienes), sino sobre todo por ti. No sirve de nada, por ejemplo, que consigas una música relajante e ideal para concentrarte si el volumen es totalmente desorbitado. Además, recuerda que quieres lograr un ambiente agradable, no espantar a los invitados y terminar volviéndote loco.
Por último ten en cuenta que hay otros complementos que te ayudarán a meterte en faena como son los olores y la iluminación.
¿Cómo suena tu casa?