Instalar un friso de madera en las paredes de una habitación de tu casa es una gran idea, además de un trabajo de bricolaje sencillo que puedes hacer tú mismo. Se trata de revestir la pared con lamas de madera más o menos gruesas que se unen mediante un sistema de machihembrado.
Hay miles de ideas para crear frisos, en función del tipo y el tamaño de las lamas y del acabado que quieras darle: en madera natural, barnizada, pintada o teñida, etc. Los frisos pueden instalarse hasta media altura o pueden llegar hasta el techo. En este caso, no conviene revestir más de una pared de la habitación para no recargar demasiado el ambiente.
Las ventajas de instalar un friso
Son muchos los beneficios de revestir las paredes con un friso de madera:
Para empezar, es una estupenda forma de aumentar el aislamiento de una habitación, tanto térmico como acústico. Y dado lo fácil que se instala, un friso es una solución a tener en cuenta si necesitas proteger una habitación del ruido exterior o de las temperaturas extremas.
Por otro lado, resultan muy decorativos. Gracias a la propia esencia de la madera, aportan calidez a los ambientes y quedan genial sea cual sea el estilo del interiorismo.
Además, sirven para ocultar cualquier posible desperfecto que pueda tener la pared.
Cómo ponerlo tú mismo
Si te decides a revestir una o varias paredes de tu casa con un friso de madera, te darás cuenta de que es un trabajo más fácil de lo que parece. En centros de bricolaje encontrarás todos los materiales necesarios, además del friso.
Para empezar, ten en cuenta que la pared ha de estar lisa y nivelada. El procedimiento es sencillo: primero hay que fijar a la pared unos rastreles de madera. Son unos listones que se colocan en la pared con tacos y tornillos para después poder fijar sobre ellos las lamas del friso.
Después se van colocando las lamas que van machihembradas y, por último, se termina con las piezas de remate. ¡Ya tienes paredes nuevas y casi sin esfuerzo!